Otra acepción es la referida a la evolución histórica de la doctrina marxista, y su concreción política en los regímenes comunistas (extintos o en vigor aún) en el cien por cien de los casos registrados.
Lo que en un principio era el símbolo de la unión de los trabajadores deviene rápidamente en pozo negro, en donde existen todos los vicios sociales y –principalmente- gubernamentales, multiplicados hasta el infinito por el efecto de no ser publicados (con el fin de que no exista opinión pública, sólo la oficial). Esto sería propiamente la "hez."
El "martillo" es la parte del símbolo que permanece inmutable, incluso incrementa cada vez más su poder de golpear; es lo que más fascina a la juventud, y cuando se vuelve contra ella (como nos ocurrió a nosotros) ya es demasiado tarde: los que no se ahogan en la sangre de sus propias bocanadas, deben permanecer inmóviles y abrumados por su peso hasta el final (de las personas o -si hay suerte- del régimen).
Esta expresión (la “hez y el martillo”) se aplica también de modo particularmente exitoso a los partidos neocomunistas actuales, en los estados en los que ellos no están en el poder y, por tanto, no tienen el control total sobre la información.
Otra acepción es la referida a la evolución histórica de la doctrina marxista, y su concreción política en los regímenes comunistas (extintos o en vigor aún) en el cien por cien de los casos registrados.
ResponderEliminarLo que en un principio era el símbolo de la unión de los trabajadores deviene rápidamente en pozo negro, en donde existen todos los vicios sociales y –principalmente- gubernamentales, multiplicados hasta el infinito por el efecto de no ser publicados (con el fin de que no exista opinión pública, sólo la oficial). Esto sería propiamente la "hez."
El "martillo" es la parte del símbolo que permanece inmutable, incluso incrementa cada vez más su poder de golpear; es lo que más fascina a la juventud, y cuando se vuelve contra ella (como nos ocurrió a nosotros) ya es demasiado tarde: los que no se ahogan en la sangre de sus propias bocanadas, deben permanecer inmóviles y abrumados por su peso hasta el final (de las personas o -si hay suerte- del régimen).
Esta expresión (la “hez y el martillo”) se aplica también de modo particularmente exitoso a los partidos neocomunistas actuales, en los estados en los que ellos no están en el poder y, por tanto, no tienen el control total sobre la información.